SAP VALENCIA 1936/2010 (03/05/2010)
RESUMEN
Todo empezó con un hombre, Luis Carlos, atrincherado en una biblioteca de Sagunto. Un individuo que había ingerido amoníaco y quería suicidarse. Él portaba una pistola y, para demostrar que iba en serio, disparó al aire, lo que aterrorizó a los primeros agentes.
La situación escaló y el Inspector Jefe llamó a los GOES, el grupo de operaciones especiales. Tres agentes, Moisés, José Antonio y Alejandro, recibieron la orden de entrar para desarmar a un hombre que consideraban armado y peligroso, que incluso había disparado a un compañero. Una orden que cumplieron sin dudar, pues no tenían por qué cuestionar a su superior.
Los tres policías entraron con cascos y chalecos antibalas, pues creían enfrentarse a una amenaza real. Al ver a Luis Carlos, el agente Moisés le pidió que se tranquilizara, pero el hombre se levantó, le apuntó y disparó, forzando al policía a arrojarse instintivamente al suelo.
Luis Carlos avanzó por el local apuntando a los otros agentes, que le gritaban que soltara el arma. Y luego, lo impensable: apuntó de nuevo al agente caído con ademán de rematarlo.
En ese instante, los tres agentes, en un acto de legítima defensa, dispararon a las piernas de Luis Carlos para evitar la muerte de su compañero, solo para descubrir después que su arma era una pistola de fogueo indistinguible de una real.
Luis Carlos, el hombre atrincherado, murió a consecuencia de los disparos de los agentes del GOE, aunque estos actuaron en legítima defensa putativa (al creer que el arma era real).
FALLO
El Tribunal determinó que los policías habían incurrido en un error invencible, pues todas las apariencias, desde la orden del jefe hasta el sonido del disparo y la amenaza de remate, indicaban que la pistola era mortalmente real.
La Audiencia Provincial concluyó que los agentes actuaron en legítima defensa completa y en cumplimiento de su deber, pues no tenían otra alternativa para repeler la agresión y salvar la vida de su compañero.
Por todo ello, el Tribunal ABSOLVIÓ a los tres policías nacionales, una sentencia que ratificó la justificación de la fuerza letal usada bajo la creencia honesta e invencible de un peligro mortal.
